Sabemos muchas cosas de Thor. Tenía pensado hablar, de nuevo, con las Nornas, pero preferí esperar a que su ira se desfogara un poco. Como no soportaban mis preguntas, decidí irme a investigar a Thor el Dios del Trueno, por excelencia, de la Monarquía Deística Nórdica.
También, me dediqué a investigar sobre el origen de este dios. En primer lugar, es un dios nacido de dioses, no como Hércules, que, para serlo, hubo de morir, para encontrar la inmortalidad. Se suele describir a este dios de Asgard con un guante de hierro que sujeta su Martillo Mjolnir que hace las veces de bumerán, regresando a la mano de su amo, como una mascota sumisa y complaciente.
Encontrar a Thor, en Asgard, es muy difícil. Tiene la obsesiva manía de tomar el Puente del Arco Iris e ir al País de los Gigantes de Hielo. Suele ser un tipo pendenciero y, con cualquier excusa, puede olvidar sus nobles palabras, y dedicarse a repartir mamporros como Clint Eastwood en sus mejores tiempos.
Mi documentación era bastante exigua. En Mitología, cada autor escribe un dato distinto, y, a la hora de encontrar el contraste de la lógica, se pierde en laberintos de respuestas o afirmaciones que no llegan a ningún sitio. Thor, como hijo de Odín, es uno de los preferidos de este Patriarca Nórdico. Por suerte, llevé mis libretas y mi iPad para tomar notas.
Esta vez, quería obtener información de primera mano. De manera que esperé pacientemente, repasando mis notas y apuntes, mientras conducía un aerodeslizador por todo Asgard. Algunos habitantes, elfos nórdicos, para más señas, se sorprendían de que un humano se paseara por su Urbanización como Pedro por su casa. Recelaban un poco, y movían sus orejas, con su mentalidad feérica me repetían que no debería estar allí.
-Odín no piensa lo mismo-replicaba yo.
Y, claro, agachaban su puntiagudas orejas y se largaban. Yo portaba una espada de acero por si las moscas. Los elfos no son celosos, pero si te tropiezas con un elfo atravesado, ya te puedes olvidar de las buenas maneras. Una espada de acero les hace mucho daño. Y si es de hierro, peor. Por eso, los elfos nórdicos luchan con espadas de plata, que son muy endebles, pero que no les dañan. Un hecho era cierto, me dejaban en paz, en parte, porque me dedicaba a preguntarles de todo, hasta que les ponía la cabeza como un bombo, y se largaban con excusas absurdas e incoherentes, que no voy a transcribir, pero que lo haré en alguna otra entrada.
Sucedía lo contrario con las elfas. Eran hermosas, y no les importaba responder, porque, según ellas, son "inmortales y se aburren". El hecho de que se aburrieran no me venía de nuevas, pero me pareció una desfachatez entretenerme con ellas, pues me desviaban de mi crónica y mi camino.
Continué buscando información sobre el paradero de Thor. Pero este dios se escabullía. Intenté sorprenderlo en alguna taberna, y no me fue posible.
Alibajo y cabizcaído me tuve que rendir a la evidencia de que uno de los hijos de Odín no quería verme, y regresé al Palacio del Monarca de Asgard. Odín me recibió con una sonrisa, y yo emití un ronco gruñido de fracaso.
-No te preocupes, amigo mío-dijo Odín-ha descendido a Midgard a rodar una película.
La respuesta me cogió por sorpresa; o fue la acogida de la respuesta la que me pilló por sorpresa. Sólo pude responder:
-¡¡¡Hollywood se ha cargado las leyendas!!!