Lejos de parecer pretencioso, Odín y yo dejamos a Heimdall en su labor de conserje y vigilante, entre otras cosas, porque ya tenía bastante con vigilar el Puente Bifrost que unía a Asgard con los otros ocho mundos (yo sólo conozco tres), y mientras el viejo Odín me ordenaba en silencio y por gestos que lo siguiera, decidí que era la opción más sensata. ¿Sabíais que Asgard se compone de doce palacios, con su propio nombre, en donde viven (¡qué redundancia!) con sus respectivas familias y que se dedican a diversas profesiones? incluso Loki tiene su propio palacio, conocido como la Buhardilla de las Travesuras. Esto pone nervioso a Odín, que mientras caminaba se modificó proteicamente en Anthony Hopkins. Calculé la altura de Heimdall, unos siete u ocho metros, y Odín no le iba a la zaga: unos tres metros, excepto cuando tomaba forma de un mortal, su altura disminuía, y lo hacía, supongo, para que no me sintiera en una suerte de país de los gigantes, que es uno de los nueve mundos (sólo conozco tres, y de éste, tengo cierta idea, como se verá en otra entrega), se lo agradecí, pero luego, cuando le dije que no era necesario, emitió un gruñido de berserker que me puso el vello como escarpias (lo sé, Sánchez-Dragó no lo permite, pero el lenguaje es para jugar con él, o jugársela), de manera que tuve un paseo de lo más desapacible con la ira de un dios nórdico, y con la sensación de haber entrado en una Siberia de lujo y belleza. Odín me llevó a su palacio, que se llamaba la Casa de Odín, y desde luego que la decoración era adusta, y las puertas y estancias enormes, así como el Trono, las camas y todo el mobiliario. Loki envidia a Odín, porque su palacio no es tan majestuoso, pero Odín le critica porque, en ocasiones, se comporta como un niño caprichoso. Cuando ya nos encontrábamos en la Casa de Odín, sentí un temblequeo en las piernas, y unas agujetas que me ardían en los músculos. A Odín no le noté agotado, pero, antes de caer extenuado, materializo una silla o un pequeño trono. Asgard es inmenso, y no te lo recorrerías en cien años o más, dijo Odín. Tiempo me sobra, repliqué. Odín volvió a gruñir. Al parecer, a los Dioses, no les gusta que se los enfrente con palabras; pero yo sabía que ese día estaba enfurecido por Loki, pues planeaba el hijo villano, la manera de recrear un Ragnarok que demostraría su poder, y esto le sacaba de quicio al Padre de los Dioses. Permanecí en silencio, hasta que, Odín me permitió hablar con una sonrisa en la boca. Le pregunté sobre las manzanas que concedían la inmortalidad, Odín me atravesó con una mirada que cortaba el aire y los órganos y fibras musculares. ¿Cómo sabes eso, humano? Tu insolencia te puede costar la vida. Le expliqué que yo era un Cronista Licenciado, y que estudié a otros cronistas, y que los secretos se hallaban en una serie de libros grandes y gruesos que se llaman Enciclopedia, y que la Enciclopedia la idearon unos gabachos en la Época de las Lumbreras, pero que ya la han espichado, hablando con corrección. Mi respuesta no pareció tranquilizar al Inmortal, que se mesó la escasa barba, y se dirigió a su enorme trono a meditar. No parecían tan grande, incluso me atreviría a asegurar que su indefensión se debía a su aislamiento. Por otra parte, me acerqué a las amplias ventanas del palacio, y no observé naturaleza alguna y, si existía, seguramente la guardaban u ocultaban a buen recaudo, y por manos experimentadas y expertas en jardinería y medio ambiente. me fijé en que había cúpulas doradas con edificios erectos y sin adorno ninguno. Si esto es Asgard, la Tierra de los Ases, es muy aburrida, pensé. Y encima, con Odín depresivo y triste, con el hundimiento de su seguridad, que empezaba a ser un obstáculo para mis Crónicas, decidí levantarle el ánimo, sin resultado alguno, claro, porque cada vez encogía más. Sólo me limito a investigar y tomar notas, nada más. Mi deber y profesión es informar, comenté. Y Odín recuperó su tamaño, con parche en el ojo y todo. ¿Sobre qué tienes que informar, o escribir?, preguntó el dios tuerto. Respondí: lo he olvidado, mi mente se había quedado en blanco...
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