Antes que nada, Feliz Año, porque he pasado un tiempo largo, a la buena de los Dioses, y sin encontrar apenas nada de interés, pero he podido reunir varios apuntes sobre estoa curiosos dioses nórdicos. Aún no he conseguido la entrevista con Thor. Últimamente está muy ocupado con Hollywood y todo eso. De hecho, le ficharon para la última película de Marvel, Los Vengadores del año pasado. Era el que rodaba las escenas arriesgadas. No las rodaba él, pero lo grababan.
Estuve intentando convencer a Odín para que me permitiera ver a Thor. La respuesta del Monarca Nórdico era la misma:
-Está ocupado.
-Como todo dios.
-Bueno, amigo mío-comentaba Odín-, como humano.
He explicado un par de veces, en estas Crónicas que los dioses nórdicos tienen los mismos poderes que las otras familias teocráticas. Pueden adoptar la forma que deseen, y sobre todo, disminuir de tamaño, y adquirir la cualidades del ser humano al que adoptan proteicamente. De ahí, que pasen inadvertidos para nuestros ojos, cuando caminan por la calle. Es posible que ellos se rían de nuesra ingenuidad, hasta tal punto, que nos toman el pelo. Hallabame sumido en estas divagaciones cuando se acercó Odín, gritando como un energúmeno, o que se había pasado, tomando el licor de las manzanas doradas, con una voz que podía provocar serios problemas en la tectónica de placas del planeta, Midgard:
-¡Lo ha hecho de nuevo! ¡Loki, corrígete, si no quieres tener problemas!
Al fondo del Palacio se escuchaban unas risas lunáticas y descompasadas, como si un payaso alienado hubiese entrado en acción.
-¡Tengo el Martillo de Thor!-decía la voz chillona, seguido de una carcajada que helaba las venas. A mí me las congelo por completo. Estaba necesitado de aire, y caí redondo al suelo.
-¡Y ahora, con nuestro invitado!-gritó Odín. Imaginé que Su Alteza Teística se había llevado las manos a la cabeza, porque yo no me enteraba de nada, y me lo narraron después los bardos de la corte nórdica (tengo copias manuscritas, de un tal Tolkin), con mucho énfasis en mi desmayo, que sorprendió a propios, elfos y gigantes y extraños, que en Asgard hay de todo.
-¡Devuélvelo a la vida!-ordenó Odín.
-¡Pero, Padre, que no está muerto, sólo un poco helado! ¡Tengo el Martillo, el Martillo! ¡Me voy!
Y Loki se fue, claro está.
Un par de tiempos después-porque Midgard carece de cálculo temporal-recobré el sentido, o los sentidos. Sea, los sentidos. Y Odín no estaba. Ni rastro de Él, en su propio Palacio. Paseé por todas las estancias, sin rumbo decidido, hasta que me fui a una alcoba y me tumbé en la cama. Mis articulaciones, seguían frías, y sentía un agudo dolor en la garganta. Entonces, caí rendido, pero, desmayado, de nuevo, y unas palabras entraron en mi mente. Palabras de los vates de la corte nórdica:
El malhumor de Thor se debe al hurto del Martillo. Odín se ha ido en busca de Loki el Traicionero. Hoy se encuentra juguetón, pero en el lecho no cumple. Por eso Loki recibirá una lección que no olvidará nunca.
No sé si me creeis, pero no comprendía nada de estas sandeces. Que Loki iba a recibir su merecido, me lo temía, porque en las películas siempre hay alguien que recibe su merecido. Pero la cosa no acababa ahí. Thor se había dado cuenta, y estaba iracundo y algo apagado; pero, al saber que su Martillo lo tenía su hermano, decidió que lo mejor era recuperarlo. ¿Cómo lo hizo? Será mejor narrarlo en otra ocasión, que mis dedos ya hacen demasiado ejercicio.
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